El juego de los jubilados en Bienvenidos a bordo (eltrece) es uno de los que más convocatoria tiene dentro del programa. Quienes se anotan para participar tienen en común el deseo de llevarse una heladera, un lavarropas, un televisor o un aire acondicionado pero, más allá del premio, cada uno tiene una motivación diferente. Mientras algunos van para vivir aunque sea un vez la experiencia de estar frente a una cámara, otros buscan cumplir su deseo de conocer a Guido Kaczka en persona. Pero, en el caso de una concursante de la edición del viernes, fue para demostrar una habilidad en particular.
Una mujer llamada Estela entró al estudio con un aire de inocencia y dulzura que lograría conmover a cualquiera. Con una sonrisa gigante y evidentes ganas de ir a pasar un buen rato, saludó al conductor y se dispuso a dar comienzo al desafío. Las reglas son muy simples, el invitado reparte tres cartas para la casa y tres para si mismo. La clave es que, al darlas vuelta, las suyas deben ser más bajas en número que las del conductor.
Mientras mezclaba las barajas gigantes, la participante admitió en voz baja pero firme: “Soy timbera”. Guido, sin disimular su sorpresa, le preguntó qué había dicho ya que creyó que había oído mal. Confirmando su autodefinición, Estela volvió a repetir con un brillo picaresco: “Soy timbera vieja. Me gusta jugar a las cartas”.
Intrigado, Kaczka quiso saber si apostaba y, aunque intentó disimular, la mujer terminó admitiendo con una carcajada que a veces le gustaba jugar por plata. Asimismo, aseguró que también disfrutaba de ir al casino y hasta llegó a explicar con señas cómo funcionan las maquinitas. “Puedo estar dos o tres horas”, reconoció cuando le preguntaron cuánto tiempo pasaba una vez que se sentaba frente a la pantalla.
Dejando entrever su costumbre “timbera”, Estela repartió sus cartas y cuando vio que eran demasiado bajas como para tener chances de ganar, decidió utilizar otro recurso. Envuelta con un aura de gentileza, le pidió a Guido si no le dejaba intercambiar los naipes poniendo los suyos en el lugar de los de la casa. Entre indignado y entretenido por la osada propuesta, él le contestó que eso no se podía. Disimulando su desliz, la concursante se excusó con que había sido un chiste y todo quedó resuelto entre risas.
Como era de esperarse, perdió y no pudo llevarse la tan deseada heladera. El conductor, quien no pudo resistirse a los encantos de la concursante, le ofreció participar en otro juego del que salió triunfante con un premio en efectivo de 30 mil pesos.
Fuente: La Nación