Según los estudios en ratones realizados por investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes y del Conicet, el melanoma, el tipo más grave de cáncer de piel, altera los ritmos circadianos, lo que podría afectar la capacidad del cuerpo para luchar contra el tumor.
El melanoma, el tipo más grave de cáncer de piel en humanos, altera los ritmos circadianos -lo que se conoce como reloj biológico-, algo que podría afectar la capacidad del cuerpo para luchar contra el tumor, según resultados de estudios en ratones realizado por científicos de la Universidad Nacional de Quilmes y del Conicet.
«A partir de nuestro estudio y otros realizados por colegas en esa línea, sería interesante explorar como estrategia terapéutica adicional el fortalecimiento de las señales temporales del ambiente (la luz, el horario de las comidas o el ejercicio físico, entre otras) en pacientes con cáncer para permitir que los ritmos estén adecuadamente sincronizados», dijo el doctor en Ciencias Biológicas Diego Golombek a la Agencia CyTA-Leloir.
Golombek, uno de los líderes del trabajo y jefe del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) e investigador del Conicet, sostuvo que este enfoque sería particularmente necesario en salas de terapia intensiva, «en donde es común que las luces estén encendidas todo el tiempo y que no haya períodos claros de actividad y de reposo para los pacientes».
En el estudio, que fue publicado en la revista «Chronobiology International», los investigadores descubrieron que el crecimiento del melanoma fue produciendo de manera paulatina ritmos de actividad locomotora menos robustos, así como también modificó los horarios de esta actividad.
«De alguna manera los ratones se volvieron menos rítmicos y nocturnos, que es cuando realizan su actividad principal«, puntualizó Golombek.
Además de los cambios en el comportamiento de los animales, se encontró que «la presencia del tumor generaba una desregulación de los genes reloj, particularmente Cry1 y Bmal1, así como también un efecto sobre el ritmo de las hormonas glucocorticoides en sangre, que están involucradas en una de las vías de comunicación que existe entre el reloj central y el resto de los relojes del cuerpo”, indicó el licenciado en Biotecnología Molecular y Celular Ignacio Aiello, primer autor del trabajo y becario doctoral del Conicet en la UNQ.
«La alteración en el reloj central y en los niveles de glucocorticoides podrían impactar negativamente en la respuesta inmunológica, la cual es esencial para que el cuerpo pueda eliminar exitosamente al tumor», puntualizó la doctora en Ciencias Biológicas Natalia Paladino, también directora del estudio e investigadora del Conicet en la UNQ.
Esto sucede, por un lado, porque el sistema inmune está regulado por el reloj circadiano al igual que los demás sistemas fisiológicos de nuestro cuerpo.
«Por otro lado, porque los glucocorticoides funcionan como inmunosupresores naturales que inhiben todas las funciones inmunológicas”, señaló Paladino.
En un trabajo reciente, los investigadores habían comprobado que alterar los ritmos circadianos induciendo una situación similar al “jet lag” social en los ratones aumentaba el crecimiento del tumor, junto con una desregulación del sistema inmune.
¡Salimos en @ScienceAdvances!@DiegoGolombek y su equipo publicaron un trabajo que vincula el desacople del reloj interno y el crecimiento de los tumores en ratones. Acá, con Ignacio Aiello y Natalia Paladino, cuentan sus descubrimientos #OrgulloUNQ https://t.co/xOazltZaKR pic.twitter.com/vqAL8p6z6S
— UNQ oficial (@UNQoficial) October 14, 2020
“Por este motivo planteamos que la alteración de los ritmos biológicos ante la presencia de un tumor podrían iniciar un círculo vicioso en el cual los ritmos alterados dificultan la eliminación del tumor”, destacó Paladino.
Dado que la alteración del reloj biológico podría acelerar el desarrollo de los tumores, “el seguimiento de los patrones circadianos en pacientes con cáncer podría ofrecer una nueva herramienta para obtener un mejor pronóstico de esta enfermedad”, concluyeron los investigadores.
Del trabajo también participaron Malena Lis Mul Fedele y Fernanda Ruth Román, del Laboratorio de Cronobiología de la UNQ.
Fuente: Télam